Una buena forma de acabar un año, una buena forma de empezar otro año

Cuando se acerca la época de Navidad y el final de año, existe la tendencia común a muchas personas –si no en todas-, a replantearse y cuestionarse lo que ha sido su vida durante el año. Hacen un ‘examen de conciencia’ respecto a las metas que tenían un año atrás con el fin de comprobar si las cumplieron o no; reevalúan si han cambiado las cosas en las que querían mejorar, si lograron cambiar de trabajo, si mejoraron sus relaciones laborales, si son más exitosas, si consolidaron una relación de pareja o si terminaron una relación tormentosa, si olvidaron a la ex pareja y pudieron seguir su vida sin ella, etc. Lo particular de esos ‘exámenes de conciencia’ es que el resultado depende del estado de ánimo de cada persona en el momento presente, porque es precisamente este estado de ánimo el que determina si ‘pasa o pierde’ dicho examen.

La memoria humana recuerda el pasado con base en lo que está viviendo en el presente. Como consecuencia, los recuerdos no son una foto exacta de lo que ocurrió, sino una reconstrucción condicionada por las percepciones, emociones y sensaciones por las que está atravesando la persona en el momento en el que está recordando. Por eso para muchas personas la época de Navidad y año nuevo es una época maravillosa, alegre, una época para celebrar y agradecerle al Universo, a la Vida o a Dios, por todas las cosas buenas que han tenido en el año. Para otras, en cambio, es una época triste, dolorosa, una época de melancolía que les evoca sensaciones de tristeza y fracaso por lo que ya no tienen, por las personas que ya no están o por todo lo que no han logrado en la vida. ¿Pero de qué depende que las personas lo vivan de una u otra manera? Del estado de ánimo en el que están en su presente.

Lo ideal sería entonces poder hacer el ‘examen de conciencia’ en momentos en que las personas están contentas, tranquilas, a gusto consigo mismas. La paradoja es que por lo general los seres humanos se cuestionan su vida cuando están atravesando por momentos emocionalmente difíciles, cuando están tristes, angustiados, preocupados; cuando están sufriendo. Y es así porque son justamente esos momentos difíciles los que llevan a las personas a reflexionar sobre los aspectos más profundos de la vida. Pero es precisamente por esto último que esos momentos emocionalmente difíciles son tan importantes y valiosos en la vida de una persona: porque son los que le permiten realizar el trabajo más importante que un ser humano debe hacer en su vida: el trabajo en sí mismo.

Desde esta perspectiva, existen dos estrategias útiles en el momento de terminar y empezar un año. La primera es agradecer por los momentos difíciles que se han vivido, por las metas que aún no se han cumplido, por aquellos cambios que aún no se han logrado, porque son todas esas cosas las que nos dan la oportunidad de seguir trabajando constantemente en nosotros. Y la segunda es no cometer el error de definir grandes metas para el año que viene, porque son estas metas las que generan grandes resistencias (Nardone, 2009). Por ende son las que terminan generando la sensación de fracaso y angustia por lo que no se logró y llevan a que las personas sientan que reprobaron su ‘examen de conciencia’. La práctica repetitiva de definir año a año estas grandes metas es lo que reproduce con una intensidad cada vez mayor la sensación de fracaso que tiende a presentarse al final de cada año.

Hacer un ‘examen de conciencia’ es útil (muchas veces incluso inevitable). Lo importante es tener en cuenta dos cosas: que el resultado siempre depende del estado de ánimo en que la persona esté en el momento presente, y que la mejor manera de comenzarlo es agradeciendo por todo lo que se ha vivido, independientemente de que hayan sido ‘éxitos’ o ‘fracasos’. Juzgarse, castigarse y culparse por las metas que no se alcanzaron no es otra cosa que perpetuar un sufrimiento que no sólo es inútil, sino que además hace mucho daño. En cambio agradecer por lo que se ha vivido, aún si ha sido doloroso y difícil, es una forma de reconocer y aceptar que también esos momentos difíciles y dolorosos son los que han llevado a que cada persona sea lo que es y sobre todo, a que esté siempre atenta a seguirse trabajando a sí misma. De esta manera la época de Navidad y año nuevo no sólo se convierte en una época alegre, sino que además permite que el año nuevo empiece siempre de manera positiva.

“Una vez que se ha terminado la tormenta, no te vas a acordar cómo lograste salir de ella, cómo lograste sobrevivir a ella. De hecho, ni siquiera vas a estar seguro si la tormenta ya terminó. Sin embargo hay una cosa segura: cuando salgas de la tormenta, no vas a ser la misma persona que eras cuando entraste en ella. Y es de eso de lo que se tratan las tormentas”. 

Haruki Murakami.

Ximena Sanz de Santamaria C.

Psicóloga – Psicoterapeuta

MA en Terapia Breve Estratégica.

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