“Me aburrí de no quererme”

“Sólo si Shiva es unido con Shakti,

Él tendrá el poder para actuar.

De otra manera, el Dios no podría

Ni siquiera producir un leve temblor”.

 

Después de dos años de estar batallando con la vida y de sentir que levantarse en la mañana le implicaba un esfuerzo sobre humano, finalmente Manuela[1] decidió buscar ayuda profesional. Llegó a consulta la primera vez en un estado de ‘anestesia emocional’ que le permitía levantarse, hacer deporte y trabajar, pero en absoluta ausencia de placer, de gozo y sobre todo, de motivación frente a la vida. Después de conversar con ella en la primera cita, Manuela se pudo reconocer a si misma que estaba deprimida por lo que aceptó ser remitida donde un psiquiatra que se encargaría de asumir y liderar la medicación simultáneo al proceso de psicoterapia que estaba por empezar.

 

La vida de Manuela en términos generales había sido siempre ‘fácil’, en el sentido de no haber tenido que atravesar ninguna tragedia más allá de las dificultades y problemas que se presentan en la cotidianidad de cualquier persona. Era muy unida a sus padres y hermanas con quienes siempre había tenido una muy buena relación a pesar de la diferencia de edades entre ellas. Manuela era la menor y había llegado a su familia como una sorpresa porque sus padres no tenían planeado tener más hijos. Por lo mismo, no sólo fue hija de ellos sino también de sus hermanas, quienes en muchos sentidos se encargaron de educar y criar a su hermana menor; y bajo ese ‘modelo de crianza’, Manuela creció pensando que una mujer sólo puede sentirse feliz, tranquila, ‘completa’, si tiene un hombre a su lado. “Mis hermanas nunca me lo dijeron tal cual, pero para ellas no tener una pareja era como lo peor. Me acuerdo que no salían si no era con un tipo, les parecía fatal que las mujeres salieran solas y para ellas siempre fue súper importante tener novio. Yo me burlé muchas veces porque me parecía absurdo! Pero no me di cuenta que al final, crecí creyendo lo mismo y me he querido muy poco”.

 

La adolescencia de Manuela fue como la de muchas de sus amigos y amigas: salir a fiestas, paseos, pasar tiempo con los amigos y amigas del colegio, salir de Bogotá los fines de semana, entre otras cosas. La universidad fue una época bastante similar en términos de su vida social, pero a diferencia del colegio, en la universidad Manuela empezó a interesarse por tener novio. Empezó a sentir con más fuerza la presión de no tener una relación de pareja, no sólo por parte de sus hermanas y de su familia en general, sino también por parte de sus amigas pues al entrar a la universidad muchas entablaron relaciones de pareja por lo que la sensación de soledad de Manuela iba aumentando. Y fue en ese momento en el que ‘apareció Luis Felipe[2]. “Lo conocí por casualidad, salí con unas amigas a un plan de última hora, yo ni siquiera iba a salir ese día pero a última hora me animé. Él era amigo de unas de las que estaban ahí y la verdad, la atracción fue inmediata. Terminamos bailando toda la noche, hablando, todo el mundo se fue a dormir y nosotros seguimos el plan y desde ese día hasta los siguientes tres años, nunca dejamos de estar juntos”.

Manuela define la relación como una relación sana, por cuanto siempre fueron respetuosos el uno con el otro, fieles, compartían tiempo juntos, salían con los amigos y sobre todo, se querían mucho. Pero a pesar de todo esto, Manuela siempre sintió que ella no era la prioridad en la vida de Luis Felipe; si bien pasaban tiempo juntos y él estaba pendiente de ella, siempre había algo o alguien antes que ella, antes que la relación. “Tomar cerveza con los amigos, ir donde su familia solo, porque me incluía muy poco en sus planes familiares, hacer deporte. Incluso a veces no teníamos plan con los amigos entonces yo le decía que fuera a mi casa, que cocináramos y viéramos una película, cosas así. Pero él prefería quedarse en su casa porque estaba cansado (…) Ese tipo de cosas en el fondo me hacían sentir insegura, sentía que al final él no me quería tanto pero me daba pena insistirle, me sentía intensa entonces me acostaba súper triste porque sentía que al final, él no me quería tanto como yo a él”. Eso fue lo que tres años después, llevó a Manuela a tomar la decisión de terminarle a Luis Felipe pues aunque lo adoraba y quería construir una relación a futuro con él, se sentía muy sola estando en compañía de él por lo que prefirió terminar.

 

Terminar la relación con Luis Felipe fue una de las decisiones más difíciles para Manuela; no sólo porque lo seguía queriendo, sino también porque la relación era “buena”, como ella misma la definía. ‘Buena’ en el sentido que nunca se había presentado una infidelidad entre ellos, había confianza, respeto mutuo y para Manuela Luis Felipe era una muy buena persona. Sin embargo, sentir que ella no era una prioridad para él, que siempre había una cantidad de situaciones, personas, actividades, deportes, trabajo o cualquier otra cosa antes que ella y que la relación de pareja, generaba en Manuela una ansiedad que poco a poco se fue reflejando en una inseguridad en ella. Y esa inseguridad la fue llevando a dudar sobre cómo comportarse con él porque se sentía invadiéndolo si lo invitaba a sus planes o si le sugería que lo acompañaba a los planes que él hacía con sus amigos y familiares. Temía ‘aburrirlo’ por lo que poco a poco dejó de invitarlo e incluirlo en sus planes lo cual aumentaba su ansiedad e inseguridad, además de que fue afectando la relación hasta que finalmente fue Manuela la que tuvo la fortaleza para decirle a Luis Felipe que si bien lo quería mucho, no podía seguir en una relación en la que ella no era una prioridad para él.

 

“Me aburrí de no quererme”. Así empezó el proceso de Manuela, un proceso duro porque descubrir tantas creencias, muchas de ellas inconscientes y heredadas, ha implicado una confrontación con ella misma. Darse cuenta que sus relaciones de pareja, incluso la más importante que fue con Luis Felipe, se han basado en su propia inseguridad y falta de amor, la ha llevado a tener que perdonarse por las decisiones que tomó en su pasado aceptando que las decisiones se toman con el conocimiento y elementos que se tienen en el momento. Por lo mismo, juzgar el pasado desde le presente muchas veces puede ser un error. Aceptar, perdonar y soltar es un proceso difícil para cualquier persona y Manuela no ha sido la excepción. Pero como cualquier proceso emocional de autoconocimiento y crecimiento interno, una vez que se atraviesa y se pasa, se ha construido una sensación de tranquilidad y seguridad en los propios recursos y capacidades aun más fuerte que antes de atravesar dicho proceso.

 

Procesos como el de Manuela reflejan la cultura machista que reina en nuestro medio. Esos supuestos sobre las relaciones de pareja que llevan a la mujer a aguantarse lo que sea para contar con una pareja es algo que cuesta identificar como machismo. Pero claramente es la consecuencia de la definición de roles de hombre y mujer en la cual la mujer depende del hombre en muchas dimensiones, empezando por la dimensión emocional y social porque aunque no se dice de manera explícita y abierta, la creencia de que las mujeres no están completas y no son suficientes e incluso sanas por no tener una pareja, es una creencia que atraviesa la sociedad colombiana y por la que muchas mujeres, como Manuela, buscan y peor aun, se quedan en relaciones de pareja que les hacen daño pero que optan por mantener por el miedo y la ansiedad que genera lo que socialmente significa ser mujer y no tener pareja.

[1] Nombre ficticio para proteger la identidad de la consultante

[2] Nombre ficticio para proteger la identidad de la consultante

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