¿Cuál es el sentido de la vida?

Julia[1] ha logrado todo desde el punto de vista del éxito como se entiende hoy en día. Profesionalmente tiene una carrera brillante, lo cual le ha permitido ahorrar y tener una solvencia económica para viajar, comprar ropa, tener un carro de lujo, incluso, para no tener que trabajar y cumplir con horarios tan extensos porque tiene suficiente dinero. En lo personal, ‘cumplió con casarse’ y tener una hija y aunque se divorció, su estado civil ya no es soltera sino divorciada, estatus que da más prestigio y evita el rótulo de solterona o fracasada. Físicamente es una mujer muy activa, hace deporte a diario por lo que  se ve y se siente muy bien con su cuerpo. Y a pesar de la pandemia, pudo comprar un apartamento en el que actualmente vive con su hija, quien además va a al colegio que tanto ella como su ex esposo querían y habían escogido para ella. Por todo lo anterior, se asumiría que Julia tiene todo para ser feliz. Sin embargo, lo que vive y lo que siente es todo lo contrario y esto fue lo que la llevó a buscar ayuda.

 

“No quiero sonar desagradecida con la Vida porque sé que lo tengo todo, todo y más! Pero me siento vacía, siento que hago y hago cosas, que he cumplido con todo lo que desde el colegio me decían que me iba a hacer feliz y si bien soy consciente de todo lo que he logrado, no me siento feliz. No le encuentro un sentido a la vida”.

 

Julia no es la única persona que en medio de la pandemia y de todos los cambios que esta ha conllevado, ha comenzado a cuestionarse por cuál es realmente el sentido de la vida. Como ella, hay muchas personas que después de haber vivido durante años cumpliendo con todo lo que socialmente dicen que no sólo le da sentido a la vida sino que además es lo que conlleva la felicidad, carga consigo una sensación de insatisfacción y desasosiego constante que a pesar de todos sus esfuerzos por llenar ese vacío, no sólo no se llena sino que pareciera que cada vez es más grande. “El día que compré el carro de mis sueños, me monté y me puse a llorar. Es un carrazo, si, pero siempre pensé que el día que lo pudiera comprar iba a sentir una felicidad absoluta y no sólo no fue así sino que además me sentí aun más vacía que antes”.

 

Muchas personas creen que la pandemia nos cambió como seres humanos, que ahora vamos a ser más conscientes y a empezar a cuestionarnos sobre lo que realmente es importante en la vida, sobre el sentido de una encarnación. Sin embargo, viendo en retrospectiva lo que ha ocurrido en el mundo a partir del momento en el que los diferentes países volvieron a ‘abrir’ tanto sus comercios como los almacenes, bares, restaurantes, discotecas, etc., personalmente no he visto mayores cambios en la humanidad. Al contrario, seguimos viviendo en la misma inconciencia, buscando satisfacer a toda costa el placer de los sentidos a través de cosas como el consumo de sustancias, la comida sin conciencia, la matanza de animales por el placer de cazarlos, la falta de conciencia frente a la cantidad de basura que generamos para el planeta, el consumo y el gasto desmedido de dinero en viajes, ropa de marca, zapatos, carros de alta gama, aviones, viajes al espacio y otra cantidad de cosas innecesarias que lo único que hacen es distraernos de la pregunta tan profunda que se planteó Julia y que varios pacientes han llegado a compartirme en los últimos meses: ¿Cuál es realmente el sentido de la vida? ¿Por qué si he cumplido con todo lo que en teoría iba a hacerme feliz, no sólo no siento esa felicidad sino que siento un vacío cada vez mayor?

 

Julia empezó a hacerse estas preguntas después de un fin de semana que pasó sola encerrada en su apartamento. Su hija estaba con el padre y a raíz de la pandemia, no podía salir a distraerse y a evadirse de si misma como normalmente hace cualquier persona que siente miedo de quedarse a solas consigo misma justamente porque es un ‘ejercicio’ que nunca hace. De manera que empezó el viernes a planear todo el fin de semana para evitar quedarse sola: levantarse temprano, salir a hacer deporte, ir al mercado, llegar a bañarse, almorzar, irse de compras en la tarde, llegar a ver una película y dormirse. Domingo, salir a trotar con unas amigas, desayunar después del ejercicio, permanecer la mayor cantidad de tiempo posible en el restaurante, devolverse caminando a la casa para “quemar tiempo” –como ella misma lo definió-, bañarse, dormir y así llegar al lunes sin haberse tenido que dar cuenta de lo sola y ansiosa que se sentía. “Uno hace planes y Dios se ríe”, me dijo Julia. El sábado no se levantó temprano porque se desveló el viernes en la noche por lo que no hizo deporte. Como consecuencia, se quedó en la casa en pijama hasta casi las 4pm sintiéndose “miserable, sola, fracasada”. En medio de una ansiedad y un llanto inconsolable, se paró a bañarse y logró salir a comprar algo de comer. Pero a las 6pm estaba de regreso en su casa, sola, viendo Instagram y comparándose con todas las fotos de las personas que estaban publicando los mil planes en los que estaban, mientras ella, a sus 36 años, estaba sola y sintiéndose miserable en su casa viendo pasar las horas y sin saber qué hacer con ella misma.

 

Fue en medio de esa crisis en la que finalmente empezaron a surgir las preguntas: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Para qué estamos aquí? ¿Para qué todo esto que tengo si no soy feliz? Hoy, varios meses después de esa crisis y de esas preguntas que aun no ha podido responder del todo, lo que sí ha podido responderse es que si bien no está mal trabajar y tener metas de alcanzar más cosas a nivel material o laboral, el problema está en que eso se convierta en el único propósito o sentido de vida de una persona. Ve con claridad que por dejarse llevar por lo que socialmente se ha definido como el éxito y la felicidad, se pierda de vista lo que realmente es importante en la vida de cualquier persona: descubrir y encontrar para qué estamos en el planeta, para qué encarnamos en el cuerpo que tenemos, en la familia y en las circunstancias que cada persona nace. Y para poder llegar siquiera a esbozarse esa pregunta, a pensarla, el primer paso es ser capaces de desconectarnos del mundo externo material que constantemente nos hala a que lo sigamos consumiendo a través de las redes sociales, el uso excesivo de cualquier pantalla, de las constantes salidas, del consumo de sustancias, de comida, en resumen, del consumo material que abre un vacío interno cada vez más grande generando la ilusión de que con lo siguiente que compremos, que veamos, que podamos adquirir, lo vamos a llenar. Es así como todos caemos en la trampa por la que pensamos que el sentido de la vida lo encontraremos afuera y no adentro siendo esa creencia la que constantemente estamos alimentando, aun después de atravesar por una pandemia tan severa como el COVID.

 

El sentido de la vida no lo da nada de lo que vemos hacia fuera, sino todo lo que podamos empezar a construir, indagar y conocer en nuestro propio interior. En palabras de mi Maestra, la Madre Mataji Shaktiananda, “no hay nada más misterioso que aquello que desconocemos de nosotros mismos”. Y me atrevo a agregar que sólo podremos descubrir todo eso que mora en nuestro interior en la mediad que empecemos a generar espacios para conocer lo que contenemos en cada uno de nosotros.

 

 

Ximena Sanz de Santamaria C.

@breveterapia

 

[1] Nombre ficticio para proteger la identidad del consultante

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