Like

 

“El filósofo y psiquiatra Jean-Étienne Esquirol afirmaba que, en la mayoría de los casos, lo que llamamos locura debe entenderse como <<un proceso a través del cual desde premisas equivocadas, con una lógica estricta, se llega a conclusiones erróneas>>” (Esquirol 1805, tomado de “Pienso luego sufro”. Di Santis & Nardone, 2012).

 

Todas las monedas tienen dos caras y las redes sociales no son la excepción. Una cara de esta moneda es la capacidad que tienen las redes para conectar a las personas, generar alianzas, encontrar a otros, para mantener contacto con personas que viven en otras ciudades, en otros países.  Por ejemplo, a través de una red como Wikimujeres se ha logrado que alguien pueda llevar o traer unas llaves o un medicamento de una ciudad a otra –incluso de un país a otro-, o que una niña de Ibagué llegara a Bogotá y pudiera recibir la atención y el tratamiento médico necesarios para una enfermedad severa que presentaba en un pie. A su vez Twitter se ha convertido en la manera más rápida de “leer el periódico”, pues en cinco minutos, y con muy pocos caracteres, es posible enterarse en tiempo real de lo que está ocurriendo a nivel mundial frente a cualquier tema. Instagram, por su parte, es como una ‘galería’ a través de la cual se puede “seguir” la vida de personas que en la día a día posiblemente no se llegarían a conocer: artistas, cantantes, modelos, presentadores; incluso se puede llegar a conocer el “detrás de cámaras” de revistas, programas de televisión, desfiles, rescate de animales, etc. En otras palabras, las redes sociales, como su nombre lo indica, han permitido que el mundo esté constantemente conectado como una enorme red siendo esta la primera cara de esta moneda.

La otra cara de esta misma moneda es un fenómeno que veo a diario tanto en mis consultantes, como en mis amigos, conocidos e incluso en mí misma: una dependencia, y por esto mismo una inseguridad cada vez más profunda frente a lo que ocurre –o deja de ocurrir- en las redes sociales después de una publicación. Tan pronto una persona publica una foto o un comentario en cualquier red, se activa internamente una angustia por no saber si el “post” va o no va a tener éxito. ¿Y qué significa éxito? El número de ‘like’ que reciba. Empieza entonces un comportamiento, en ocasiones incluso compulsivo, de estar revisando minuto a minuto si el ‘post’ ha generado reacciones entre los seguidores: si le han puesto like o no, si ha sido comentado o no, incluso si se lo han recomendado a otras personas. Si todo esto ocurre, se genera internamente una sensación de tranquilidad, pues no solamente fue exitoso en términos del número de ‘like’ y comentarios, sino que además esto lleva a que la persona sienta que es admirada, apreciada, incluso querida por otros. De manera que se siente segura de sí misma y la angustia desaparece. Si por el contrario van pasando los minutos y no se recibe ningún ‘like’, ningún comentario, si nadie reacciona frente al post, esa angustia inicial empieza a crecer de manera desmesurada; y muchas veces, la gran mayoría, va además acompañada de dudas, cuestionamientos y comparaciones mentales de la persona consigo misma y con los demás.

 

¿Por qué mi amiga tiene más ‘like’ que yo?

¿Por qué a mí no me ponen ‘like’ en mis cosas?

¿Será que a nadie le interesa lo que yo hago?

¿Será que no tengo amigos en realidad?

 ¿Será que mejor quito el post?

¿Será que mejor cierro mi cuenta?

Yo sabía, a nadie le importa lo que me pasa…

 

Y así sucesivamente. Se parte entonces de un granito de arena después del cual, a fuerza de intentar responder racionalmente todas estas dudas y preguntas, la persona termina construyendo una montaña debajo de la cual queda sepultada. Y con ella, quedan sepultadas también su seguridad y su confianza en sí misma.

 

“A veces pienso que preferiría no tener nada: ni Facebook, ni Instagram, ni SnapChat, nada. Pero hoy en día todo pasa por ahí; básicamente si uno no está en las redes sociales, no existe porque todos los planes se cuadran por ahí, las invitaciones son por ahí, te enteras de los cumpleaños por ahí, todo pasa en ese mundo que existe y no existe. ¿Entonces cómo hago para poder estar ahí sin matarme de los nervios cada vez que publico alguna cosa?”

 

Para Lucía[1], una mujer joven, laboralmente exitosa, con una relación de pareja estable, ha sido interesante descubrir que gran parte del problema de ansiedad radica en lo que la motiva a hacer una publicación. Aunque no había sido del todo consciente hasta el momento, empezó a darse cuenta que la mayoría de las veces que publica una foto o un comentario lo hace más para ponerse a prueba que para compartir con otros.  Es decir, buscando seguridad en las respuestas de los demás. De lo que no se había dado cuenta es de la otra cara de esa moneda, pues si bien se siente segura cuando recibe comentarios y ‘like’, cuando no los recibe empieza la ansiedad, la inseguridad y la duda. Duda que se comporta como un cáncer que hace metástasis bastante rápido: Lucía empieza por cuestionarse si el ‘post’ no ha tenido tanto ‘éxito’ por el momento del día o por la hora, después pasa a pensar que puede ser por el contenido del post mismo que puede no ser interesante y finalmente, casi sin darse cuenta, termina concluyendo que no tiene amigos, que no es interesante para nadie, e incluso, llega a concluir que su vida vale muy poco. Y aunque puede parecer algo exagerado, no es la única que llega a esa conclusión.

 

Como bien dice Lucía, no estar en las redes sociales hoy en día no sólo es difícil, sino que en ocasiones puede ser incluso más perjudicial que benéfico. De manera que la pregunta no es si estar o no estar en ellas, porque Lucía ya había intentado controlarse cerrando las cuentas, evitando consultarlas durante el día, o dejando de compartir información, entre otras. Pero siempre termina reabriendo las cuentas, publicando información y perdiendo el control intentando controlar, cada minuto, si se han o no presentado reacciones a su post. Así que al identificar todo lo que había hecho que no había funcionado para el manejo de la ansiedad por la presencia o ausencia de un ‘like’, empezamos trabajando de dos maneras: la primera a través del manejo del tiempo, y la segunda, trabajar en lo que ella misma llamó “desde dónde lo hago”.

 

Partiendo de la base que toda restricción conlleva detrás una mayor trasgresión, el primer cambio que se introdujo fue que Lucía podía consultar las redes sociales pero debía hacerlo cada dos horas por un período de 10 minutos, ni un minuto más ni un minuto menos[2]. Asimismo podía tomar la decisión de no hacerlo, pero si decidía consultarlas, debía permanecer ahí durante 10 minutos sin hacer nada más. Después de un par de semanas, 10 minutos empezó a ser demasiado, lo que nos permitió descubrir que ella ya tenía el hábito de consultar las redes sociales mientras hacía otras cosas: trabajar, hablar por teléfono, almorzar, leer un libro, etc. De manera que no se daba cuenta que pasaba horas consultando pero sin estar del todo concentrada en ello. Al tener que pasar 10 minutos solamente viendo las redes sociales, empezó a ser para ella una tortura, lo cual la llevó a disminuir esta práctica a muy pocas veces al día.

 

El segundo aspecto que hemos ido trabajando ha sido identificar si lo que la lleva a hacer una publicación es el deseo de ‘medir’ las reacciones de los demás, o si es el deseo de compartir por el placer mismo de hacerlo. En caso de ser la primera razón, Lucía debe esperar una hora antes de publicar, y cuando ha pasado la hora debe observarse para darse cuenta si aún quiere hacerlo por las reacciones de los otros o si es por el deseo de compartir. De esta manera hemos disminuido el número de publicaciones, con lo cual ha disminuido también la ansiedad. Y al disminuir la ansiedad y la necesidad de aprobación, ha empezado a aumentar la seguridad en sí misma.

 

Encontrar un equilibrio – entendiendo por equilibrio mantener un movimiento constante – es muy difícil en cualquier aspecto de la vida. Pero, por fortuna, todo es difícil antes de ser fácil, y para lograr esta transformación son necesarias dos condiciones: la simplicidad y la constancia. Los cambios, tal como lo compruebo diariamente tanto en mi vida personal como en la laboral, deben ser sencillos, en ocasiones casi imperceptibles, para que la mente no se resista a ellos y los sabotee. Por eso es más fácil mantenerlos y lograr así un aprendizaje cuando son sencillos.  En esta forma se logra convertir lo que al principio era difícil en algo fácil, tal como lo ha hecho Lucía al convertir un ‘like’ en una fuente de alegría más que en una fuente de ansiedad.

 

 

Ximena Sanz de Santamaria C.

Psicóloga – Psicoterapeuta

MA en Terapia Breve Estratégica.

Twitter: @menasanzdesanta

 

[1] Nombre ficticio para proteger la identidad del consultante

[2] Se parte del principio Estratégico de convertir un placer en una tortura. Para mayor información, se puede consultar el libro “Obsesiones, compulsiones, manías. Entenderlas y superarlas en tiempo breve” escrito por Giorgio Nardone y Claudette Portelli (2015).

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