El amor empieza donde se acaban las películas

Mucha gente me pregunta por qué los matrimonios se acaban tan rápido, por qué antes duraban 30, 40 y hasta 50 años, mientras que hoy en día duran un año o incluso menos. A mi juicio, no existe una única respuesta para esa pregunta porque como todas las cosas en la vida, hay una cantidad de factores (contexto, características personales, tiempo, etc.) que entran en juego. Sin embargo, he podido ver una gran diferencia entre las personas que se están casando en los últimos años y aquellas –como mis padres- que se casaron hace más de cuarenta años: la perspectiva desde la cual ven las relaciones. Y en eso, Hollywood ha hecho un maravilloso trabajo en construir dos creencias muy fuertes: primero, la creencia de que vamos a encontrar la pareja perfecta; que “allá afuera” está la media naranja y que basta encontrarla para establecer la relación perfecta. Y segundo, que todos los problemas de pareja ocurren antes del matrimonio y la solución para todos es justamente casarse.

 

La gran parte de películas “chick flick”, o comedias románticas  construyen la siguiente historia: se conocen dos personas (por lo general una de ellas es millonaria y la otra de muy escasos recursos) y desde la primera mirada es evidente para el televidente que entre los protagonistas se dio eso de lo que tanto se habla: amor a primera vista. Miradas van y vienen, conversan y todo parece indicar que la conexión es inmediata. Pero claro, alguno de los dos –si no los dos- tienen otra pareja y se van a casar. Entonces empieza el sufrimiento porque el amor entre ellos crece, las miradas son cada vez más fuertes, las conversaciones más profundas, en otras palabras, la conexión crece. Pero simultáneo a esa conexión, crece también el dolor y la tristeza porque el amor nunca va a poder ser ya que cada uno tiene otra pareja. Para no alargarme en la historia que ya todos conocemos, la última escena de la película es que el hombre va camino al altar a casarse con la mujer que no ama pero con quien ya tenía un compromiso. Mientras tanto recuerda todo lo que vivió con su “media naranja” y lo siguiente que oye es la pregunta del sacerdote cuando le dice si está dispuesto a aceptar a la mujer que tiene en frente para pasar el resto de su vida con ella. En ese momento, como por arte de magia, este hombre se arma de valor, mira a la mujer y le dice que no se puede casar con ella porque no la ama. Acto seguido coge la bicicleta del que había llevado el periódico y se va hasta el aeropuerto porque el ‘amor de su vida’ se iba de la ciudad. Al llegar, encuentra que el vuelo ya salió de manera que se sienta en la sala de espera, sudado y agotado, a llorar por haber perdido al amor de su vida. Sin embargo, casualmente la mujer no se montó al avión y está en la sala conjunta mirando por la ventana mientras ve despegar el avión. Por cosas del ‘destino’, se encuentran, se besan y la película se acaba nuevamente en el altar o en una playa increíble en algún lugar del Caribe donde decidieron ir a pasar unas semanas después de haberse reencontrado.

 

Además de las creencias de Hollywood, los seres humanos hemos sido muy buenos en construir otras creencias por demás, igual de disfuncionales. La primera, creer que el/la otro/a va a cambiar después de casarse, como si el matrimonio fuera una máquina en la que las personas se meten, se transforman y salen sin defectos, sin problemas, sin dificultades. La segunda, pensar que al casarse ya no es necesario seguir trabajando en la relación. Entonces se dejan de lado los detalles, las conversaciones, los espacios para compartir tiempo juntos, las salidas a almorzar y a comer, las salidas a bailar, los fines de semana en pareja, etc. Y al dejar de cultivar la relación, ésta se empieza a desmoronar.

 

La relación de pareja no solamente se construye antes del matrimonio y casarse no es la solución a los problemas de pareja. Por el contrario, es un paso más dentro una relación que exige mayor compromiso y dedicación por parte de ambos miembros de la pareja. Es el momento en el que empieza a cultivarse el vínculo, en el que contrario a dejar de hacer lo que se hacía cuando eran novios hay que mantenerlo y reinventarse. El matrimonio no cambia a nadie –a menos de que las personas quieran por voluntad propia cambiar-: No soluciona los problemas ni las dificultades que se presentaban en la pareja antes de casarse. No se trata de encontrar a LA persona perfecta sino de estar dispuesto a cultivar la relación y a crecer diariamente en compañía de otra persona, lo que implica trabajar en la relación para atender las diferencias, los gustos y los disgustos. E implica también trabajar en uno mismo para revisar el orgullo, la necesidad de tener la razón, de querer que el/la otro/a haga las cosas de una única manera, de ejercer demasiado control.

 

Los seres humanos nos hemos vuelto cada vez más inmediatistas: queremos ver resultados de manera inmediata, resolver los conflictos sin trabajar en ellos, tener las soluciones a todo sin tener que hacer ningún esfuerzo. Y eso, en el matrimonio y en la vida, es imposible. Los matrimonios pueden acabarse, las relaciones pueden no funcionar, pero antes de tomar la decisión de acabarlo es importante trabajarlo y tener en cuenta que LA persona ideal no existe, lo que existe es el deseo de trabajar en ella, en uno y en la relación para que ésta se convierta en la relación y en la persona ideal.

 

Finalmente comparto ‘los nueve mandamientos de la pareja’ construidos por una pareja a la que admiro y quiero infinitamente. Una pareja que lleva casi 50 años casada, en la que jamás se ha presentado una infidelidad ni una separación, en la que el conflicto ha estado presente como una oportunidad para crecer y mejorar, no como una disculpa para terminar.

  • Compartir (angustias, temores, alegrías)
  • No matar (las ilusiones, la confianza, los lazos familiares)
  • Hacerse cargo de sí mismo (no quejarse)
  • No desear el hombre ni la mujer del prójimo
  • Disfrutar la intimidad sexual con respeto y comprensión
  • No decirse mentiras
  • No prolongar una diferencia, un disgusto, una discusión
  • Comprenderse y acompañarse (en las dudas, en las certezas, en los temores y en las incertidumbres)
  • Asumir la relación como un trabajo diario, constante, constructivo y exigente, pero sobre todo, alegre, lleno de risa y humor.

 

 

 

 

Ximena Sanz de Santamaria C.
Psicóloga – Psicoterapeuta
MA en Terapia Breve Estratégica.

4 comentarios
  1. José Olimpo Ruiz
    José Olimpo Ruiz Dice:

    Muy bueno, cortico y sustancioso.
    Lamentablemente llega ami vida cuando ya he decidido separarme. Chevere que cada pareja leyera y releyera este articulo hasta memorizarlo y llevarlo a la practica todos los dias.
    Lamentablemente si solo uno lo realiza, la relación no funciona.

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    • Ximena Sanz de Santa María
      Ximena Sanz de Santa María Dice:

      Empezar por hacernos cargo de nosotros mismos es un primer paso y como buen viaje de mil kms, empieza siempre con un primer paso. La relacion de pareja es tal vez la relacion mas exigente porque es la unica en la que la relfexion y el autoconocimiento es constante. Por lo mismo, el primer paso somos nosotros mismos y desce ahi, podemos empezar a construir con otro.

      Responder

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