Equivocarse: una parte muy importante del sistema inmunológico
“No siempre ganas,
pero cada vez que pierdes,
te vuelves mejor”
Ian Somerhalder,
Cuando nace un bebé, una de las cosas que hacen en el hospital es ponerle las primeras vacunas. Dos meses después les ponen el refuerzo y a partir de ahí, los padres pueden empezar a sacar al bebé de la casa y a exponerlo a la contaminación cotidiana del mundo. ¿Cómo funciona una vacuna? Es una pequeña dosis del virus contra el cual el sistema inmunológico del bebé tiene que defenderse. La introducen en el cuerpo del recién nacido justamente para que éste desarrolle los anticuerpos necesarios de tal manera que el día que esté expuesto ante el virus, su cuerpo sepa qué hacer para no contagiarse. Así funcionan las vacunas físicas. Las vacunas emocionales tienen el mismo objetivo: ayudar a las personas para que se puedan defender de lo que ocurre en el mundo externo. La diferencia con las vacunas físicas es que las emocionales no se pueden poner, con lo cual la opción que queda es desarrollarlas y eso sólo se puede hacer viviendo y enfrentando la vida diariamente. Y una manera de desarrollar las defensas emocionales es equivocándonos.
Hace unos meses llegaron al consultorio unos padres a quienes se les había cumplido su peor fantasía: una de sus hijas estaba saliendo con un hombre casado. “Nunca pensé que fuera a referirme a alguien de mi familia, mucho menos de alguna de mis hijas, como una amante”, decía la madre desconsolada. El padre, enfurecido y dolido, repetía una y otra vez que no entendía cómo, después de haberle dado todo a sus hijos, la hija le “pagaba de esta manera”.
A lo largo de varias citas, los padres han ido narrando lo que ha sido la historia de su familia: cómo fue el proceso de ambos para llegar a tomar la decisión de tener hijos, en qué momento de vida estaban cuando nacieron los hijos, cómo ha sido la relación con cada uno de ellos y cuáles han sido para los padres los principales valores y enseñanzas que desde jóvenes quisieron inculcarles a cada uno de ellos. Por tal razón, no logran explicarse qué fue lo que pasó para que una de sus hijas haya terminado siendo la amante de un hombre casado: “En la casa jamás se ha visto una infidelidad, mis otros hijos tienen matrimonios estables y Leticia ha recibido la misma educación que ellos”, decía Jorge “Yo no me resigno a aceptar que nuestros amigos se refieran a Leticia como ‘la amante de’, que ahora cuando la gente piense en ella va a pensar en que fue la que destruyó un matrimonio. Ahora ella va a cargar con ese estigma el resto de su vida, es como si todos los esfuerzos que hicimos para sacar adelante a nuestros hijos se hubieran perdido”, decía la madre abnegada en llanto.
Desde que se habían enterado de la infidelidad de su hija habían hablado con ella en varias oportunidades siempre tratando de hacerle entender que lo que estaba haciendo era equivocado y que lo mejor era cortar completamente la relación con ese hombre. Pero a pesar de todos sus intentos, de haber pasado por conversaciones desde duras y agresivas hasta dolorosas y tristes casi rogándole a Leticia que no se hiciera –y que no les hiciera a ellos- ese daño, ella seguía dando la misma respuesta: era su vida, eran sus decisiones y por lo mismo, iba a seguir luchando por esa relación, porque además el matrimonio de su pareja con la ex esposa se iba a terminar del todo pronto.
Hasta el momento, lo que habían hecho Jorge y Constanza era intervenir de manera directa a través de reflexiones y conversaciones porque no querían que su hija se siguiera equivocando: “Con Jorge siempre tratamos de hacer todo por nuestros hijos para que no se equivocaran. Y ahora Leticia nos sale con semejante equivocación”, decía Constanza. Fue así como se puso en evidencia que la principal solución intentada de estos padres en la vida de sus hijos había sido siempre la de hacer todo por ellos con el fin de evitarles las equivocaciones y con estas, el sufrimiento y el dolor. Pero no se daban cuenta de varias otras cosas: la primera, que una solución intentada que no funciona lo que hace es alimentar el problema que debía resolver (Nardone, 2015). La segunda, que no existe una vida sin equivocaciones porque estas no solamente hacen parte de la experiencia humana, sino que además son las que le permiten a cada persona ir desarrollando sus propios recursos y capacidades no solamente para enfrentar la vida sino sobre todo, para aprender a resolver problemas porque no es más fuerte quien nunca se ha caído, sino quien se ha caído y sabe cómo levantarse (s.a). Y una persona a la que se le quieren evitar todas las equivocaciones se va a terminar equivocando justamente porque equivocarse hace parte de la vida. Y lo más grave es que acabará perdiendo la confianza en sus propias capacidades y recursos, con lo cual lo más probable es que no va a saber cómo enfrentar y superar su equivocación.
Teniendo en cuenta que la solución intentada disfuncional puesta en práctica hasta el momento había sido la de intervenir hasta llegar a sobreproteger a Leticia, se les planteó a Constanza y a Jorge que si querían ayudar a su hija el primer paso que debían dar era dejar que fuera ella quien tomara sus propias decisiones y asumiera las consecuencias de las mismas. En otras palabras, que observaran sin intervenir (Giannotti, Nardone & Rocchi, 2001) todas las actitudes, comportamientos y decisiones de su hija evitando hablarle y hacerle reflexiones al respecto. Si tenían preocupaciones, angustias, dudas, sobre todo Constanza, debía escribirlas diariamente en una carta dirigida a Leticia, cartas que no debía entregarle a ella sino llevarlas a la terapia. De resto, la relación con Leticia debía girar en torno a otros temas de conversación, a temas cotidianos y en caso de que ella pusiera el tema de su relación, los padres debían adoptar la conjura del silencio (Giannotti, Nardone & Rocchi, 2001), es decir, evitar completamente cualquier comentario o reflexión al respecto y limitarse únicamente a responderle que ella era la única responsable de su vida y de sus decisiones. De esta manera, le estarían devolviendo a ella la total responsabilidad de su vida de tal manera que finalmente Leticia pueda empezar tanto a equivocarse como a saber cómo salir de las equivocaciones.
Para Constanza, más que para Jorge, esta tarea ha sido supremamente difícil porque todavía por momentos aparece en ella la creencia de que debe ayudar a su hija para evitar que ella se pueda equivocar y que vaya a sufrir por esto. En palabras de Giorgio Nardone, la paradoja del bienestar es que entre más protegemos a nuestros hijos, más incapaces los volvemos. De manera que poco a poco Constanza y Jorge han ido comprendiendo a través de una experiencia exigente, dura y dolorosa que Leticia solamente puede aprender por su propia experiencia, por su propia piel. Y como en cualquier experiencia equivocarse y sufrir por ello no solamente es inevitable sino además necesario, porque es una de las únicas maneras que tenemos los seres humanos de “vacunarnos” para ir ganando defensas que son las que nos van a permitir aprender a manejar, defendernos y vivir en un mundo que sin duda es difícil. Pero si tenemos las estrategias y herramientas para enfrentarlo, seremos capaces de disminuir el sufrimiento.
Ximena Sanz de Santamaria C.
Psicóloga – Psicoterapeuta
MA en Terapia Breve Estratégica.
Twitter: @menasanzdesanta