La razón de razón no entiende
Los seres humanos tenemos la tendencia a querer comprender todo lo que nos ocurre desde la razón, desde el pensamiento racional. De ahí se desprenden las preguntas de ‘¿por qué?’, ‘¿cómo habría sido si?’, ‘¿cómo sería si?’, entre otras. Paradójicamente son esas preguntas y las subsiguientes explicaciones racionales las que llevan a las personas a sentirse aun más confundidas; en ocasiones incluso ansiosas y ofuscadas porque a pesar de todos los intentos racionales por tratar de comprender nuestras emociones, nuestros comportamientos e incluso los mismos pensamientos, las explicaciones no dan respuesta. Entonces las personas empiezan a sentir una contradicción interna que termina llevando a una mayor incertidumbre, porque esos “por qué”, no tienen respuestas racionales.
“Me da miedo contagiarme de esa enfermedad que da tanto, que le da a las personas de todas las edades y de ambos géneros; esa enfermedad que empieza por C y que obliga a que las personas tengan que hacerse tratamientos de quimioterapia. No puedo oír esa palabra, no la puedo pronunciar porque inmediatamente siento miedo a contagiarme a pesar de que sé que no es posible. Pero no puedo evitarlo, tengo que lavarme las manos siempre que oigo esa palabra. La vida se me está convirtiendo en un infierno”, me dijo Margarita[1] en la primera cita.
Oír la palabra cáncer, leerla o escuchar una conversación en la que se mencionara dicha enfermedad, le generaba tal pánico que intentaba evitar a toda costa el contacto con ese término. Sin embargo, eso no siempre era posible y tal como le ocurrió en octubre, el mes de prevención del cáncer, los mensajes que escuchaba eran constantes. Como consecuencia de no poder evitar y de la ansiedad que esto mismo le generaba, empezó a lavarse las manos de manera compulsiva cada vez que oía la palabra. Lo hacía hasta que se sentía tranquila sin importar el tiempo ni la cantidad de veces que tuviera que lavarse las manos.
Después de un año de estos rituales, la vida se le había reducido a su obsesión: Margarita había disminuido considerablemente la salida con los amigos, había dejado de montar en transporte público por el miedo a oír algo en el radio, evitaba pasar cerca de cualquier puesto de salud y en general, había empezado a encerrarse en su casa, lo que estaba generando, en palabras de ella, “un estado de ánimo depresivo”.
“Cada vez que voy a salir de mi casa pienso, hago todo un razonamiento racional para darme cuenta que obviamente no puedo contagiarme de eso por oír el término, por una conversación, por pasar en frente a una clínica, por el radio del carro, es que mientras te lo digo me parece la cosa más estúpida del mundo! Pero esa tranquilidad me dura hasta que salgo del edificio. Tan pronto estoy en la calle vuelvo a sentirme vulnerable, entonces no soy capaz de montarme a un bus, de coger un taxi y si de verdad me toca porque me toca, le pido al taxista que apague el radio o si voy en el bus, voy rogando que no vaya a sonar nada del tema. Con tan mala suerte que siempre termina saliendo algo, octubre fue un infierno y mira ya en este punto cómo tengo las manos”.
En las manos ya se veía una resequedad excesiva que estaba empezando a generarle dolor. Pero más allá de eso, lo que más frustrada tenía a Margarita era darse cuenta que a pesar de su razonamiento racional, de sus explicaciones lógicas, su problema se mantenía; y no sólo eso sino que era cada vez peor. “¿Por qué si yo sé que no me puedo contagiar así no soy capaz ni siquiera de decir el término? ¡Es absurdo!”
Teniendo en cuenta que todos los intentos que Margarita había puesto en práctica hasta el momento para tratar de superar su obsesión habían sido racionales (explicaciones y convencimientos mentales que no solamente no funcionaban sino que además estaban alimentando su problema), pudimos empezar a introducir una idea distinta: si se limita a pensar, continúa alimentando el problema, de manera que para lograr un cambio lo que debe hacer es percibir la realidad de manera diferente (Nardone & Portelli, 2013). Fue así como Margarita aceptó asumir un pequeño reto diario, entendiendo reto como empezar a enfrentar alguna de las situaciones que había evitado hasta el momento: prender el radio, coger un bus, pasar frente a una clínica, etc. Ella debía escogerlo diariamente teniendo en cuenta que debían ser retos sencillos para que pudiera asumirlos porque si un cambio es demasiado grande, genera una resistencia aún más grande. Si después de asumir el reto aparecía el miedo y la obsesión de poderse contagiar y como resultado de esta sentía la necesidad inevitable de lavarse las manos, lo podía hacer siempre y cuando se dejara una parte de la mano sin lavar.
Margarita regresó sorprendida a la segunda sesión porque había logrado asumir los pequeños retos casi a diario y aunque también había tenido que lavarse las manos, había sido capaz de dejarse una parte de la mano sin lavar. “Me di cuenta que no pasa nada si me dejo una parte de la mano sucia, es decir, no me da ansiedad ni tampoco me quedo pensando en la enfermedad si no me lavo una parte de la mano”. Darse cuenta que “no pasa nada” si no se lava la totalidad de las manos nos permitió dar un paso más: dejar sucia una parte más grande de la mano; de una falange pasamos a un dedo. Y en la tercera sesión, una vez más, el resultado fue que “no pasa nada”. De manera que ella, por su propia voluntad, decidió dejarse un dedo y una falange más sin lavar. Y también en este caso obtuvo el mismo resultado: no pasa nada.
La sensación de “no pasa nada” ha sido el resultado de su propia vivencia, no de sus pensamientos. Es la sensación la que le ha permitido empezar a cambiar su cognición ya que nada hay en la mente que no haya pasado primero por los sentidos, como bien dijo Aristóteles. Es por eso que para lograr un cambio lo primero que hay que cambiar es la sensación, la emoción, que finalmente permitirá un cambio de percepción, reacción y por último, un cambio en la cognición (Nardone, 2008). Un cambio no es el producto de los razonamientos sino de la experiencia porque la razón, de razón, no entiende.
Ximena Sanz de Santamaria C.
Psicóloga – Psicoterapeuta
MA en Terapia Breve Estratégica.
Twitter: @menasanzdesanta
[1] Nombre ficticio para proteger la identidad de la consultante
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