La ocasión hace al ladrón
El poder sobre otros
es debilidad disfrazada de fortaleza.
Eckhart Tolle.
Alejandro Castillejo, un profesor de Antropología, marcó un punto importante en mi proceso educativo. En una clase que vi con él, nos puso un video inédito de lo que fueron los campos de concentración en Auschwitz. Verlo no solamente fue doloroso sino que además me dio rabia justamente porque no quería ver unas imágenes en la que lo único que se veía era el dolor de unos y la crueldad de otros. En la siguiente clase, Alejandro preguntó qué nos había parecido el documental y varios expresamos el dolor y la impresión que nos había causado ver esas imágenes. Después de oír todos los comentarios, finalmente nos dijo que la razón por la que nos había hecho ver ese documental era porque quería mostrarnos que el ser humano, dependiendo del contexto y de las circunstancias en las que se encuentre, puede llegar a convertirse en una persona tan cruel como lo fueron los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando lo dijo, me pareció exagerado, hasta absurdo. Pero cuando veo la historia de discriminación de la humanidad comprendo y veo a lo que se refería este profesor y con dolor constato que la ocasión hace al ladrón.
No es necesario devolverse hasta la época de la colonia y la esclavitud para comprobar que la discriminación es un fenómeno social que se ha dado en la humanidad desde siempre. Y desafortunadamente aún se mantiene. Quizás de manera más sutil, pero sigue siendo una discriminación de unos hacia otros. Hace cuarenta años, en la década de los 60, la discriminación contra los negros en un país como Estados Unidos, en teoría demócrata, era casi tan horrible como lo fueron los campos de concentración nazis. Los negros no tenían derecho a ir a las mismas universidades que los blancos, tenían entrada restringida a almacenes, bibliotecas, baños públicos y obviamente, a ocupar ciertos cargos laborales, aun si eran tanto o más inteligentes y capaces que los blancos. ¿Qué llevaba a los blancos a discriminar a otra raza que solamente se diferencia de ellos por el color de la piel?
Las mujeres en el mundo han sido discriminadas de muchas maneras. Por ejemplo, en Colombia solamente tuvieron derecho a votar hasta el año 1957; en Francia en el año de 1945, casi un siglo después de haberle otorgado el mismo derecho a los hombres (1848); en India pudieron votar en 1950, en Paraguay en 1961, en Pakistán en 1954 y en Suiza, en teoría un país del primer mundo donde además están ubicadas las oficinas de los más importantes organismos internacionales para temas como la paz y la niñez, entre otros, como la Oficina de las Naciones Unidas, la Organización Mundial por la Paz y la Organización Internacional para las Migraciones, las mujeres solamente tuvieron derecho al voto en 1971. ¿Cuál era la diferencia para que primero les fuera dado el voto a los hombres que a las mujeres?
De acuerdo con las últimas investigaciones de la revista Women at Work (2017), “A lo largo de su vida, las mujeres continúan enfrentando obstáculos para poder acceder a trabajos decentes. Se han visto mejorías marginales desde la Cuarta Conferencia Mundial llevada a cabo en Beijing en 1995, dejando temas que aún no se han podido implementar para cumplir la agenda de Desarrollo Sostenible del 2030 adoptada por las Naciones Unidas en 1915. La desigualdad entre hombres y mujeres persiste a nivel global en todos los mercados en lo que respecta a las oportunidades, el trato y los resultados. A pesar del progreso en educación que han tenido las mujeres a lo largo de la dos últimas décadas, esto no se ha visto reflejado en una mejoría en su posición en el trabajo”.
En los países ‘de primer mundo’ los latinos, tercermundistas o “sudacas”, como muchas veces nos llaman, tienden a ser vistos como personas inferiores. Por lo mismo, trabajan como obreros, limpiando casas y oficinas, siendo electricistas, albañiles, vendedores de almacenes, entre otros. Todos cargos que son muy exigentes, demandantes, honestos y que no desmerecen frente a ningún otro cargo. Sin embargo, para la mayoría de habitantes del primer mundo, son considerados inferiores.
En países como Colombia, la educación de alta calidad excluye a quienes no tienen dinero suficiente para pagar una matrícula que cuesta más de diez millones de pesos al semestre. Sin importar las capacidades y la motivación, aun viendo que en el salón de clase muchas veces son aquellas personas que tienen menos recursos las más motivadas e interesadas en hacer los trabajos, en cumplir y en salir adelante, la educación de alta calidad sigue siendo para quienes tienen dinero, lo cual constituye una fuerte discriminación con aquellas personas que no lo tienen.
Todos estos casos, (la discriminación racial, de género, por estrato socioeconómico, etc.), parecieran ser casos aislados que nada tienen que ver con nuestra realidad; casos que pasan en otros países o en otras ciudades, en otras épocas de la historia, por lo que pensamos que nosotros ni hemos discriminado ni seríamos capaces de llegar a puntos tan violentos como han llegado ‘otros’ a lo largo de la historia de la humanidad. Pero parecería que no somos conscientes de que todos estos ‘otros’ son seres humanos iguales a nosotros, que en un determinado contexto, en un determinado momento de la historia, empezaron por una pequeña discriminación a la que con el tiempo, se le van sumando muchas otras y terminan así por llegar a masacres tan horribles como han sido la matanza de “brujas” en Europa entre los siglos XV y XVIII en la que murieron entre 40.000 y 60.000 mujeres, el Genocidio en Ruanda en el que murieron aproximadamente 800.000 personas, la dictadura de Augusto Pinochet en Chile durante la cual murieron aproximadamente 28.000 personas, y la guerra en Colombia con las FARC que ha dejado más de 200.000 muertos en los últimos 50 años.
Si bien el pasado no se puede cambiar, sí se pueden cambiar los efectos que tiene sobre el presente (Nardone, 2009). Y para que esto ocurra todos podemos contribuir. ¿Cómo? Empezando por identificar, en la vida cotidiana de cada uno, cómo discriminamos a otros. La discriminación puede ser sutil, lo cual no significa que no se dé. Por ejemplo no mirar a los ojos a un habitante de calle cuando pide dinero, no pagarle las prestaciones y el salario justo a las personas que trabajan ayudando con las labores del hogar, no darle las gracias a un mesero cuando nos sirve a la mesa, no saludar a un celador cuando abre la puerta del edificio, mirar mal a otra persona porque a nuestro juicio está mal vestida, no aceptar en un grupo de trabajo a una persona de otro estrato por ese hecho, entre muchas otras, son algunas de las tantas formas de discriminación cotidianas que se dan entre los seres humanos, discriminaciones que si no se trabajan para cambiarlas y erradicarlas, pueden ser la puerta de entrada a otras guerras y masacres humanas.
Ximena Sanz de Santamaria C.
Psicóloga – Psicoterapeuta
MA en Terapia Breve Estratégica.
Twitter: @menasanzdesanta
Instagram: @breveterapia
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