Falta Silencio
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“Yo soy muy mala para tomar decisiones. No importa en qué área de mi vida, siempre tengo que pedirles a otras personas que me aconsejen para decidir qué hacer”. Después de “intentarlo todo” –como ella misma decía-, esta mujer llegó a mi consultorio todavía con la idea de buscar en alguien distinto a ella misma, una respuesta a su situación sentimental. Llevaba más de diez años de matrimonio, era madre de tres hijos y muy exitosa laboralmente. Pero estaba sufriendo mucho porque un año atrás se había enamorado de otra persona y desde entonces estaba intentando definir si debía divorciarse y darse una oportunidad con esa otra persona, o si era mejor seguir con su matrimonio y con la vida que tenía desde hacía tantos años. Decía que se le había convertido en una obsesión tan fuerte que ya había pasado por varias terapias psicológicas y psiquiátricas. La habían diagnosticado con un trastorno de ansiedad, motivo por el cual había estado medicada durante un tiempo. “Las pepas no me sirvieron para nada, por eso me las dejé de tomar y no volví donde el psiquiatra. Pero he hecho todo, hasta fui donde un chamán, donde una señora que me leyó las cartas y el tarot, ¡y nada que logro superar esta obsesión! No sé qué más hacer. Por eso yo hago lo que tú me digas, lo que me pidas que haga para quitarme esta obsesión y poder tomar una decisión”.
En ese momento el problema parecía estar claro: tenía que tomar una decisión respecto a su vida y además, superar la obsesión. Eso era lo que íbamos a empezar a trabajar cuando le hice una última pregunta: cómo sería su vida si, al levantarse al día siguiente, no tuviera el problema. Ella se quedó un poco sorprendida y se demoró unos minutos antes de decirme: “Creo que el problema en realidad no es la obsesión, ni tampoco tener que tomar una decisión. Lo que pasa es que si mañana me levanto sin esto, tendría que enfrentar que no he tenido una vida plena ni feliz. Y que aún hoy, no la tengo. Si se me acaba esta obsesión, tendría que enfrentar algo más de fondo”.
Como ella, veo cada vez con más frecuencia, tanto en mis consultantes como en mis amigos/as e incluso en mí misma, que todos tenemos en nuestro interior las respuestas a las dudas y preocupaciones que nos asaltan a diario. De alguna manera sabemos qué queremos y qué deberíamos hacer, pero para poder ‘acceder’ a esas respuestas hay que trascender la mente y entrar en contacto con nuestra intuición, con nuestro cuerpo, cosa que en el mundo occidental es cada vez más difícil porque le huimos al silencio. Los grandes maestros espirituales a lo largo de la historia han repetido de todas las formas lo importante que es estar en silencio, hablar menos. Pero desafortunadamente hacemos todo lo contrario: estamos en la constante búsqueda del ruido que nos distraiga del silencio que parece causarnos ansiedad.
Hace poco me decía otra consultante que los viernes en la noche al llegar de clase se siente agotada y su cuerpo le pide que descanse y se acueste temprano. El problema aparece cuando al quedarse en silencio empieza a cuestionarse si no sería mejor salir, si se estará perdiendo de los planes con sus amigos, … y entonces los llama para que ellos le digan qué hacer. Y claro, todos la incitan a salir, le dicen que para qué quedarse descansando, que es mejor ‘desconectarse’, tomar y salir de rumba. “Siempre acabo saliendo así no quiera. Siento un vacío en la boca del estómago porque en el fondo sé que estoy yendo en contra de mí misma y al día siguiente por la mañana, el vacío es peor. Por eso lo que hago es seguir en más planes para no enfrentar el tener que quedarme conmigo misma porque el silencio me da pánico”.
Sin duda el silencio puede dar pánico, no sólo porque es algo casi desconocido, sino porque paradójicamente entre más lo buscamos, menos lo encontramos. La búsqueda del silencio inmediatamente activa ‘el ruido interno’ con todo tipo de cuestionamientos, dudas, preguntas que van desde si se pagó el teléfono, hasta cosas más profundas como cuestionarse si se está o no feliz con la relación de pareja, si se quiere tener hijos, si está conforme con el trabajo, etc. Y es ese ‘ruido interno’ que aparece en el silencio el que lleva a que las personas quieran evadirlo ‘subiéndole el volumen’ al ruido externo: prender la televisión, hacer una llamada, meterse a internet, salir de rumba, consumir sustancias, refugiarse en la alimentación, entre otras. Todas cosas externas que poco a poco se van agotando, como le ocurrió a la paciente que tenía la obsesión: había pasado por todo tipo de tratamientos en una búsqueda constante de una respuesta que ella misma tenía, pero se negaba a aceptarla por lo que eso implicaba, ya que no siempre las mejores decisiones y las más sanas, son las más fáciles de tomar.
Todo es difícil antes de ser fácil, y esa transformación sólo se logra a través de la práctica. En ese sentido, es importante hacer cosas sencillas y concretas que no impliquen grandes sacrificios, porque los grandes cambios generan grandes resistencias. Empezar con dos, máximo cinco minutos diarios de silencio antes de levantarse de la cama es un buen comienzo para perderle el miedo al ruido que se produce cuando buscamos el silencio. Además, nos permite empezar a disfrutar de estar con nosotros mismos, conquistando una tranquilidad que no depende de nadie ni de nada externo. Sin duda se puede vivir sin el silencio, muchas personas lo hacen; pero ellas pasan su vida oscilando entre momentos de ‘falsa’ tranquilidad y desasosiego constante, que es el que las lleva a seguir evadiendo el silencio. Mientras que quienes deciden enfrentarse al miedo que genera el ‘ruido’ inicial que se genera en el silencio, no sólo conquistan su verdadera tranquilidad, sino que además disfrutan realmente de los momentos de las distracciones externas, pues no las buscan como una forma de escapatoria, sino como un equilibrio: nada en exceso, sólo lo suficiente.
Ximena Sanz de Santamaría C.
ximena@breveterapia.com
www.breveterapia.com
Artículo publicado en Semana.com el 8 de noviembre de 2011
Apreciada Ximena,
Felicitaciones por sus articulos. Este en particular lo considero tal vez el problema mas importante en nuestra sociedad global (el del silencio), mas aun cuando se han generado dependencias fuertes en las redes sociales (facebook, twitter, etc).
No soy psicologo pero he tenido bastantes experiencias alrededor del tema de crecimiento personal, por situaciones propias que he vivido y que me han dejado muchas ensenanzas, que me han permitido no solo visualizar claramente los propios problemas que he tenido en mi vida, sino tambien de identificar y comprender los problemas de otras personas cuando los he visto.
Siento que muchos hoy en dia estamos trabajando por un mundo mejor, y de mi parte agradezco sus aportes y experiencias en esta materia.
(Le pido excusas por las tildes, me queda dificil en este computador que uso)
Cordial Saludo,
Hernan Moreno
Estimado Hernán,
Primero me disculpo por haberme demorado tanto en responder. No soy muy buena para manejar estos medios y me había demorado en encontrar estos comentarios.
Muchas gracias por lo que escribes. Me alegra que más allá de las teorías y los conocimientos teóricos, hayan sido tus experiencias y vivencias personales las que te haya permitido comprender los problemas de las otras personas. Creo sinceramente que lo que más enseña es la propia experiencia. Las teorías son útiles pero son vacías sin la práctica y la práctica es lo que cada uno va viviendo.
Muchas gracias de nuevo por tu comentario y mil disculpas por la demora en la respuesta.