A propósito de la Cátedra de Paz
/0 Comentarios/en Enlaces Recomendados/por adminNos enfrentamos a muchos interrogantes, como este de si la paz se puede enseñar o resolver con una cátedra
El Gobierno ha insertado el tema de la paz en los colegios y las universidades con la Ley 1732 de 2015 y con el Decreto 1038 de 2015. La Ley 1732 obliga a todas las instituciones educativas de preescolar, básica y media a crear y dictar una cátedra de paz a partir de este año, y a las instituciones de educación superior a implementar acciones que permitan a sus estudiantes contar con espacios de reflexión para la vivencia de la paz.
Según estas normas, los objetivos de esta cátedra son contribuir al aprendizaje y a la reflexión de la cultura de la paz (derechos humanos, participación democrática, prevención de la violencia y resolución pacífica de conflictos); de la educación para la paz (apropiación de conocimientos y competencias ciudadanas para la convivencia pacífica, la participación democrática y el respeto por la pluralidad); y del desarrollo sostenible.
Estas medidas nos llenan de preguntas y preocupaciones a la hora de su implementación por muchas razones.
Primero, porque en educación lo difícil está en el cómo y no en el qué, y las normas hacen un largo listado de qués pero los colegios no sabemos los cómos. ¿Cómo se educa para la paz?
Segundo, porque estamos queriendo resolver muchos de nuestros problemas con la creación de cátedras nuevas, con la respectiva carga que eso genera para las instituciones (inflación de los currículos): cátedras de Constitución Política, de Democracia, de Género, de Ética, de Seguridad Vial, de Derechos Sexuales, de Paz. Por querer hacer mucho, de pronto haremos muy poco.
Tercero, porque nos enfrentamos a la pregunta de si la paz se puede enseñar o resolver con una cátedra.
Cuarto, porque no nos queda claro qué se quiere puntualmente con esta nueva cátedra ya que los objetivos que enumera la ley parecen más los de un programa de desarrollo humano integral. Se le apunta a muchas y muy diversas cosas al mismo tiempo.
Quinto, porque se mezclan elementos formativos y elementos académicos y nos queda la sensación de que se pretende abordar lo relativo a la transformación humana desde los contenidos intelectuales, cosa que genera muchas dudas.
Y sexto, porque de fondo lo que queremos es aprovechar esta oportunidad para generar espacios constructivos, y no simplemente para cumplir con un requisito legal.
Los propósitos y los contenidos de esta cátedra son muy valiosos (a pesar de ser tan amplios y diversos). La idea del Gobierno merece nuestro apoyo: la paz no solo se construye en La Habana, sino en la cotidianidad de cada quien y la escuela es un espacio maravilloso que debe servir a ese fin.
También nos alegra que el concepto de calidad en la educación se expanda y se reconozca que esta no solo tiene que ver con el desarrollo cognitivo sino con la formación integral (tal como se trató de hacer con el Índice Sintético de Calidad del Ministerio de Educación que combina resultados académicos y ambiente escolar). La educación para la paz —y, en términos generales, la formación humana— es en el sentir de muchas personas el tema más importante que afrontamos, por encima de la educación técnica o académica y por encima de las Pruebas Saber y Pisa (que son importantes, claro, pero no lo único ni lo primordial).
Existen varias experiencias interesantes que me gustaría compartir en espacios futuros y que responden a distintas concepciones de la educación para la paz, más allá de las cátedras tradicionales que no tocan el alma de las personas. Porque no nos sirve de mucho tener un conocimiento vasto sobre las teorías de la justicia si reaccionamos con violencia en la calle cuando alguien dice algo que nos ofende o cuando escuchamos una opinión distinta a la nuestra. Esas experiencias, como el Programa Respira, el Modelo Pedagogía 3000 (o la escuela de los siete pétalos), los programas de Mindfulness, las Escuelas Despiertas, los colegios basados en la Psicología Positiva, o las investigaciones recientes de MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) y su Centro de Educación en Valores, entre muchas otras, nos demuestran que la Cátedra de Paz es una obligación legal que genera muchas dudas pero, al mismo tiempo, atesora grandes posibilidades.
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