La depresión, ¿sucede o se construye?
Uno de los diagnósticos más comunes y frecuentes en el mundo actual es la depresión. Salen cada vez más artículos que la definen como la patología más común del siglo XXI y dan todo tipo de explicaciones causales sobre por qué se presenta con tanta frecuencia y por qué, además, aparece a edades tan tempranas. Todas estas explicaciones pueden ser útiles justamente para conocer las supuestas causas sobre por qué ha aumentado la depresión en los últimos años. Pero el problema de ese conocimiento es que las preguntas del por qué tienden a ser preguntas incorrectas para las cuales no existen respuestas correctas (Nardone & De Santis, 2012). En otras palabras, son preguntas a las que normalmente no se encuentra una única respuesta. Y si se encuentra, no es una respuesta satisfactoria porque existen muchas otras posibilidades de respuesta. Es por eso que desde una perspectiva Estratégica las preguntas del por qué se cambian por las respuestas del cómo: ¿cómo es que se ha estructurado una determinada dificultad, problema o patología? Y desde esa pregunta no solamente es posible encontrar una respuesta, sino que además es posible empezar a intervenir en dicha problemática para buscar una solución.
Desde la perspectiva Estratégica la depresión, más que una condición, es una consecuencia. A menos de que haya una condición fisiológica, como la deficiencia en la producción de litio caso en el cual sin duda es una condición que implica la necesidad del uso de un fármaco, la depresión es la consecuencia de ponerse a prueba mil veces y perder mil veces la prueba. Esto conlleva a que finalmente la persona se sienta incapaz de seguirla afrontando porque no encuentra recursos para hacerlo, de manera que acaba por renunciar. Y la renuncia, como bien lo dijo Balzac, es un suicidio cotidiano.
Hace un par de semanas llegó al consultorio una mujer de casi 40 años, madre de dos hijos, que por enésima vez buscaba ayuda profesional para curarse de una depresión que llevaba cargando, según ella, toda la vida. “Mi día es: me levanto, alisto a los niños para que se vayan al colegio, los despacho y vuelvo a acostarme todo el día hasta que ellos vuelven por la tarde. Medio me preparo algo de almuerzo, a veces incluso prefiero pedir un domicilio porque la cabeza no me da para pensar en qué comer. Ellos llegan, los acompaño a hacer tareas y a veces juego con ellos, pero siempre estoy pensando que quiero que se acabe el día para volver a mi cama. Los fines de semana que están con el papá me quedo igual: veo televisión, pido algo de comida y listo. Y cuando están conmigo, trato de sacarlos a cine o al menos al parque, pero lo hago con mucho esfuerzo”.
Al indagar por su vida profesional, se puso en evidencia que ella cargaba con una serie de fracasos en ese campo por los que finalmente había renunciado a buscar empleo. Académicamente siempre le había ido muy bien por lo que desde muy joven consiguió trabajo y eso le permitió un ascenso muy rápido, así como el desarrollo de una excelente carrera profesional. Sin embargo, en el campo de las relaciones con sus colegas y jefes con mucha frecuencia había tenido dificultades porque según ella, todos siempre tenían algo en su contra. “La gente es muy envidiosa y como a mi me iba bien, era peor. Empezaban a generar mal ambiente y hasta les hablaban mal a mis jefes de mi trabajo hasta que finalmente en todos los trabajos me decían que yo era una excelente trabajadora pero que mis problemas en las relaciones con los demás me impedía avanzar en mi proceso de crecimiento profesional”.
Fue así como una frustración detrás de otra, esta mujer poco a poco se fue sintiendo cada vez más insegura de sus capacidades como profesional: sentía miedo de buscar trabajo porque no sabía qué decir en las entrevistas, tenía la constante sensación de que iban a ‘descubrir’ los problemas que tenía y que por lo mismo, no la iban a contratar. Y aunque al inicio intentaba vencer el miedo yendo a las entrevistas, poco a poco fue confirmando su creencia porque no pasaba ese filtro hasta que finalmente acabó por renunciar a la búsqueda de empleo. Toda esta inseguridad comenzó a afectar su relación de pareja porque al sentir que como profesional no valía, empezó a sentir que como persona tampoco. Esto la llevaba a estar irascible constantemente y ante los esfuerzos de su esposo por animarla y hacerle ver lo valiosa y capaz que era, ella reaccionaba de manera agresiva diciéndole que él le decía eso porque era su esposo y la quería, no porque fuera real. Todo esto sumado a dificultades que traían de tiempo atrás terminó llevando a una separación que fue la culminación de su inseguridad y de su renuncia a la vida.
Desde entonces, empezó a pasar los días acostada en la cama lamentándose y llorando por todo lo que había perdido. Se sentía frustrada consigo misma, sentía rabia contra ella y contra el mundo y sobre todo, la invadía una sensación de incapacidad constante por la que escasamente respondía por sus hijos. Fue entonces cuando sus familiares –padres y hermanos- empezaron a apoyarla: le buscaron ayuda profesional, empezaron a pagarle muchos de sus gastos, la visitaban, la llamaban constantemente para preguntarle cómo estaba y animarla y llegaron incluso a ofrecerle trabajo en la compañía de unos amigos. Pero para ella nada valía la pena y entre más buscaban ayudarla, menos veía ella la salida de su situación. Finalmente aceptó una ayuda con la cual logró estabilizarse un poco más por cuanto empezó a pararse de la cama y a asumir algunas responsabilidades y tareas de la vida diaria. Pero en el fondo, decía ella, seguía sintiendo la misma sensación de incapacidad que no le permitía buscar trabajo ni tampoco asumir las responsabilidades de la vida.
Durante la primera –y única- sesión, ella se dedicó a lamentarse por todas sus desgracias confesando que eso era lo mismo que había hecho en todas las sesiones con otros terapeutas. Eso, al igual que el hecho de que su familia estuviera asumiendo toda su vida por ella, alimentaba su posición de víctima confirmándole que no era capaz de asumir su vida. Y esto se confrontó durante la sesión haciéndole ver que la posición de víctima que llevaba asumiendo desde hacía tantos años no sólo no la estaba ayudando a avanzar, sino que además estaba manteniendo y empeorando su depresión. Sin duda inicialmente había pasado por momentos muy difíciles que inevitablemente la habían afectado y hecho dudar de si misma. Pero con el paso del tiempo, había tenido varias oportunidades para decidir hacer algo distinto porque ella, como todos los seres humanos, siempre tenemos la opción de decidir si seguimos en lo mismo o si empezamos a generar un cambio. Decidir es crear (Tal Ben-Sahar, 2015) y aunque parezca paradójico, a veces las personas prefieren crear una realidad dura y difícil porque los beneficios secundarios que obtienen de ella son tan grandes, que prefieren (no necesariamente de manera consciente) mantenerlos antes de asumir que pueden vivir una realidad distinta.
Ella fue valiente en reconocer que efectivamente con el paso del tiempo estar deprimida le había traído una serie de beneficios que la protegían de tener que enfrentar una realidad a la que le tenía miedo. Por el hecho de estar deprimida no había tenido que volver a buscar trabajo, sus padres estaban asumiendo todos sus gastos, el ex esposo también asumía la mayoría de los gastos de los niños, no había tenido que enfrentarse a la soledad de no tener una pareja y por lo mismo, tampoco había tenido que confrontarse con el temor que le generaba estar sola porque la depresión siempre estaba ahí para protegerla. De manera que si superaba la depresión, iba a tener que enfrentar todas esas problemáticas por lo que sin duda era más fácil –no por eso más sano- seguir deprimida que salir de la depresión. Y reconocer eso fue lo que le permitió decir, al final de la sesión, que no estaba preparada para hacer un proceso terapéutico porque sabía que eso le iba a implicar hacer un trabajo que no se sentía capaz de hacer ni enfrentar en ese momento. Esa fue su decisión siendo esa la razón por la que la primera fue también, la última sesión.
Ximena Sanz de Santamaria C.
Psicóloga – Psicoterapeuta
MA en Terapia Breve Estratégica.
Twitter: @menasanzdesanta
espectacular doctora sanz su conclusion, una vez por semana leo su pagina, me encanta, gracias por darnos tanta sabiduria, un fuerte abrazo y feliz comienzo de navidad
Estimada Gloria Inés,
Te agradezco infinitamente por tomarte el tiempo de leerme y además, de comentar el artículo. Me alegra mucho saber que te fue útil. Es muy motivante saber que lo que escribo les puede ser útil a otras personas, así que mil gracias por hacérmelo saber.
Feliz comienzo de navidad para ti también y todo lo mejor para el 2016!
Hola Dra. Santamaria. En realidad, describir todo lo que usted nos ayuda para entender la vida y tener herramientas para sopesar y confrontar las dificultades que enfrentamos, seria imposible en un articulo.
Pero si se que con un GRACIAS EN MAYUSCULAS!!!! le podre expresar mis sinceros agradecimientos. Creame que desde que descubri su portal, cada mes, religiosamente, busco su blog, lo leo, lo aplico, y en ocasiones lo comparto a quien se le puede ayudar.
Una Feliz Navidad.
Estimado Lector,
Quien tiene que dar las GRACIAS, y en mayúsculas, soy yo. No sólo por tomarte el tiempo de leer los artículos, sino también por hacerme saber que te sirven y te son útiles como fuentes de aprendizaje. Este tipo de mensajes son los que le dan el mayor valor a mi trabajo, así que de nuevo, muchas gracias por este mensaje.
Te deseo también una muy feliz navidad, un maravilloso final de año todo lo mejor para el 2016.