“Nada nos engaña más que nuestro juicio”
L. da Vinci.
- Cuando una persona siente miedo, éste se manifiesta en el cuerpo físico a través de un aumento en la sudoración, del ritmo cardíaco, temblores, movimientos estereotipados, entre otros. Todos estos son signos sanos e importantes pues alertan al cuerpo para que pueda reaccionar ante una situación que puede ser percibida como peligrosa.
- El miedo se vuelve un problema cuando estas reacciones superan un cierto límite y se transforman en terror y pánico. Esto genera en la persona la sensación de una pérdida de control que puede terminar en la muerte.
- A partir de esa primera experiencia, la persona empieza a estar siempre en ‘estado de alerta’ ante la posibilidad de que pueda volverse a presentar otro ataque de pánico. Esto la lleva a adoptar dos posibles ‘soluciones’: evitar la situación en la que se siente vulnerable a tener otro ataque o si decide enfrentar dicha situación, su intento es controlar sus reacciones fisiológicas. Cae así en el exceso de control que hace que se pierda el control (Nardone, 2008).