Suicidio y la necesidad de desacelerar el paso

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Otros dos suicidios lamentables esta semana. Otros dos hechos que estremecen y que nos exige leer entre líneas sobre el estado de la salud mental y la vida psicológica de nuestra sociedad.

Que la opción de la muerte sea escogida y que sea un camino atractivo para algunos, puede ser incomprensible para una sociedad que idolatra la juventud y el inmediatismo, una religión que enfatiza la inmortalidad y unas instituciones públicas que sólo actúan en coyunturas. Frente al suicidio, las razones son tan personales y tan profundas que cualquier juicio es inadecuado. La actitud acertada es el silencio respetuoso y el abrazo presente. Además, comprender un hecho psicológico personal nunca ha sido el interés de los colectivos y para entender la pulsión de muerte se necesita tiempo, interés y silencio. Y de eso tenemos muy poco.

Ya Kundera nos advertía desde hace 20 años que vamos muy rápido: “Por qué habrá desaparecido el placer de la lentitud?” se preguntaba el checo en una de sus novelas. James Hillman decía que necesitamos más espacios para el alma. Y con alma se refería a la raíz etimológica en la palabra Psicología, psique, como aquello que hace posible el sentido, aquello que convierte hechos en experiencias. Psique necesita silencios, lentitud, pausas, dudas. Necesitamos cuestionar de vez en cuando el ideal de la hiperproductividad y reivindicar la sanidad del ocio, del goce, de los pequeños actos improductivos, esos que nos llenan de sentido y sin los cuales la vida diaria sería bastante insípida.

Moisés Naim lo dice claro: esta es la época del más. “Hay más de todo. Hay más gente, países, ciudades, partidos políticos, ejércitos; mas bienes y servicios y más empresas que los venden; más armas y más medicinas; mas estudiantes y más computadores; mas predicadores y más delincuentes”. ¿Qué es lo que perdemos con tanta ganancia?¿Cómo ponerle freno a la avalancha del más? ¿Cuántos más serán demasiados?

Estamos construyendo una cultura maníaca que persigue el éxito a como dé lugar, que glamouriza la riqueza y la ganancia sin cuestionar los medios, que idolatra el bienestar y la novedad sin evaluar los desechos que dejamos en el camino. Nos orgullece la sensación de interconectividad ilimitada y virtualizamos las relaciones independientes del plano físico: Sexo Virtual, Comercio Virtual, Terapia Virtual, Voto Virtual.

Hiperconectados pero solos; sobreinformados pero ignorantes. Que los 140 caracteres no remplacen las buenas tertulias y que Whatsapp no remplace los abrazos! Salud no es solamente alargar la vida física y posponer la muerte; es asegurarnos que el tiempo vivido valga la pena, y que vivamos repletos de sentido y de propósito.

Frente a la muerte siempre me acuerdo de Don Juan, diciéndole a Castaneda en los desiertos de Sonora, que cada vez que se sintiera muy importante, mirara a su izquierda y sintiera la presencia de la muerte, la cual nos acompañaba para poner las preocupaciones diarias en perspectiva y para recordarnos que somos simples pasajeros. Que la utilizara como antídoto contra la importancia personal, como remedio contra la soberbia de creernos los únicos seres especiales sobre esta tierra, como prueba que hay algo más allá de la comprensión humana.

Admirable la avalancha de mensajes solidarios de personajes desde todas las orillas políticas, acompañando al Senador Navarro Wolff y a la familia del periodista de Teleantioquia Juan David Arango en su dolor. Esto nos confirma que hay esperanza, que podemos unirnos más allá de nuestras pequeñas diferencias personales, y más importante aún, que frente a la inexorabilidad de la muerte todos somos iguales.

 

Vea el artículo original en: www.bajolamanga.co

 

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