Fake it until you make it / Fíngelo hasta lograrlo

Las creencias se construyen de dos maneras: la primera es a partir de un pensamiento que genera un comportamiento y a través de la repetición de dicho comportamiento, se confirma la creencia y así se vuelve real. Por ejemplo, la persona que cree que no comer harinas de noche ayuda a adelgazar. A partir de dicho pensamiento, su comportamiento cambia y empieza a dejar las harinas en las noches con lo cual, baja de peso. Así, confirma su creencia. La segunda manera de construir una creencia es a partir de un comportamiento que repetido en el tiempo, construye la creencia mental. Por ejemplo, una persona se pone unas medias de colores el día que tiene un examen final en la universidad. Lo presenta y lo aprueba con una muy buena calificación. Casualmente el día que tiene que sacar la visa para un viaje, tiene puestas las mismas medias, justamente ese día tiene las medias puestas y casualmente también ese día, conoce a una persona que le gusta mucho. Aprueban la visa.

Es así como los seres humanos van construyendo creencias desde cosas tan sencillas como los ejemplos anteriores, hasta otras más profundas como las siguientes: “A mí con los hombres siempre me va mal”, “Yo soy la luz de los ojos de mi papá”, “Nunca he tenido amigos”, “Me va demasiado bien hablando en público”, “Siempre he tenido baja autoestima”, “Me da miedo el cambio”, “Soy bueno para matemáticas”.

Hay creencias que, aunque en principio pueden ser convenientes y sanas, se pueden convertir en la mejor disculpa para no cambiar nada. Cambiar una creencia es exigente, no solamente porque emocionalmente es lo que la persona cree, sino también porque, ya en términos físicos, el cerebro ha construido surcos cerebrales que confirman dicha creencia. Sin embargo, gracias a la plasticidad del cerebro, esos surcos pueden cambiar, y con ello pueden cambiar también las creencias. Basta un pequeño paso para lograrlo. Y existen varias estrategias o herramientas que van ayudando a que el cerebro, casi sin darse cuenta, empiece a cambiar de creencias. Lo importante para lograrlo es aplicar una estratagema del arte de la guerra: surcar el mar a espaldas del cielo (Balbi & Nardone, 2008).

Una mujer de más de cincuenta años, soltera, salió de una relación de pareja en la que sufrió mucho. Esta fue la principal razón por la que buscó ayuda. Vivía con una tristeza profunda que se manifestaba en un llanto constante: “Lloro si me acuerdo de él, lloro con una película de monitos animados, lloro por un artículo en una revista. Todo me hace llorar. A tal punto que ya es incómodo porque le he llorado hasta al portero de mi edificio, ¡literal!”.

Tuvo que llevar a cabo un proceso emocional exigente, incluso desgastante, porque no solamente tuvo que enfrentar el dolor que le había dejado la terminación de su relación, sino que además con este proceso salieron otros dolores de su pasado que ella no había sido capaz de enfrentar. A pesar de todo esto, Julia[1] se le midió al reto de enfrentarse a sus fantasmas. Y así fue como uno a uno los fue haciendo desaparecer. Sin embargo, a pesar de ella parecía haber ‘archivado’ su pasado con éxito, Julia seguía lamentándose constantemente por otras razones. “Siento que ya tengo todo para ser feliz pero no me siento feliz”. Ahí se puso en evidencia que ella misma había convertido el sufrimiento en un elemento constitutivo de su identidad. Llevaba tantos años sufriendo por diversos motivos que, por extraño que parezca, le estaba costando mucho trabajo aceptar la idea de que podía vivir sin necesidad de sufrir tanto.

“Empieza a pensar cómo te comportarías como si ya fueras una persona que pudiera ser feliz. Simplemente piénsalo a ver qué se te ocurre y vamos viendo si vas a ser capaz de construirte como una persona que puede gozarse la vida y, sobre todo, que no necesita el sufrimiento para vivir”. Así le planteé una de las últimas prescripciones a Julia. Es la técnica del ‘como si’ (Nardone, 2014) cuyo objetivo es crear una realidad inventada que va generando efectos concretos. En el caso de Julia estos efectos empezaron a verse en hacer deporte, dormirse temprano, trabajar menos, salir con amigos, buscar amigas para tomar café entre semana, entre otras cosas. Al pensarlas, casi sin darse cuenta, empezó a poner en práctica algunas, y ha sido así como poco a poco ha ido cambiando la identidad de ‘Julia la sufrida’ –como ella misma se definió- a ser ‘Julia’.

No siempre es fácil, ni tampoco es siempre útil fingirlo hasta lograrlo, sobre todo cuando se finge para evitar enfrentar algo. Pero hay situaciones en las que empezar a hacer pequeñas cosas ‘como si’ ya fueran reales acaba generando enormes cambios haciendo sólo el esfuerzo más sencillo. Construirse y casarse con una identidad muchas veces es útil porque protege a las personas de tener que asumir la responsabilidad de un cambio. Darse cuenta del beneficio secundario que tiene una identidad es un primer paso para empezar a generar un cambio. Y empezar a fingir un pequeño cambio puede ser el segundo paso para finalmente terminar logrando un gran cambio haciendo solamente el esfuerzo más sencillo.

  

Ximena Sanz de Santamaria C.

Psicóloga – Psicoterapeuta

MA en Terapia Breve Estratégica.

 

[1] Nombre ficticio para proteger la identidad del consultante.

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